viernes, 12 de septiembre de 2025

Cuando, como una tumba veloz / Dylan Thomas

 






Cuando el tiempo te alcance, como una tumba veloz,
cuando tu calma y tu ternura sean una guadaña de cabellos
cuando el amor en su atavío se demore por la casa,
al subir por desnudas escaleras, paloma en coche fúnebre,
remolcada hacia el techo.

Cuando llegue el momento, como un sastre de acechantes tijeras,
entregadme que, tímido en mi tribu,
me hallo más desnudo de amor que la trampa del Cadáver
despojado de la lengua del zorro, su metro calibrado a medida del hueso,

entregadme, maestros míos, cerebro y corazón,
el corazón de la vela del Cadáver se funde
cuando la sangre con manos como pala y el tiempo de la lógica
hacen surgir los niños a golpes de pulgar
de la doncella y el cerebro.

Porque con rostro endomingado y plumeros en el guante,
casto y cazador, hombre con vista de fusil,
yo, a quien la capa del tiempo o el abrigo del hielo
tal vez no logren apresar con un círculo virgen
en la tumba precisa,

ando con fuerza propia por la comarca del Cadáver
mis maestros machacadores del cerebro teclean en la piedra
la desesperación de la sangre, la fe en el barro de la doncella,
la alarma entre castrados y la mancha de ácido
en la horquilla y el rostro.

El tiempo es una tonta fantasía, tiempo y tonto.
No, no, tú calavera amante, el martillo descendente
desciende, oh mis maestros, sobre la honra traspasada.
Tú, calavera héroe, el Cadáver guardado
ordena que el bastón se quiebre.

El gozo no es una nación que llama, señor y señora,
ni la fusión del cáncer, ni la pluma del verano
encendida en el árbol abrazado, ni la cruz de la fiebre,
ni el alquitrán de la ciudad, ni el túnel horadado para nutrir al hombre
a través del asfalto.

Apago las velas en tu torre del techo
el goce es el llamado del polvo, la bala del Cadáver
del retoño de Adán tras su envoltura,
el amor es una patria con luces de crepúsculo y el cráneo del estado
señor, es tu propia condena.

Todo termina, se termina la torre
(abandona la casa de los vientos) y la oscilante escena,
la pelota de pie que depende del sol
(tu verano se esfuma) con la piel de cemento
y el final de la acción.

Todos, hombres, mis hombres dementes, el viento insalubre
contagia la tos del silbador, el tiempo en acecho
prepara una muerte de ceniza; el amor con sus tretas,
es el hambre gozoso del Cadáver, mientras vosotros alcanzáis
el mundo a prueba de besos.



viernes, 5 de septiembre de 2025

Latidos / Eugenio Mandrini

 




Este es mi corazón: una bomba de tiempo impreciso.
Para vivir, se alimenta de pájaros a los que traga como
    una jaula. Pájaros cuyo piar resignado se confunde
    con latidos.
Para vivir, también me hace creer ilusiones fantásticas:
    ser Omar Kahyam cubriendo con odres sin término
    cráteres lunares
    ser el perro que al fin es dueño de un baldío
    techado con huesos robados a cementerios jóvenes
    o ser quien salta al aire montado en una escoba
    con cabeza de mujer cuya voz me susurra que soy yo
    su amor, su único amor, u arrasador amor.
Alguna vez mi corazón fue una cruz que habla, que dijo:
    “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Y yo hice
    silencio, porque él era sólo mi corazón, no mi hijo.
Otras veces muerde, y es como una trampa que desmenuza
    las costillas de un oso; tanta es la mordedura
    que la desearían en invierno, la crueldad,
    los espejos que delatan la decepción
    o palabras como nudillos-huesos-alaridos.
 
                 Pregunto: ¿es mi corazón el
                 autor de la frase: “Sus ojos
                 se cerraron y el mundo sigue
                 andando?
 
Mi corazón a veces se emociona. Y cuando esto sucede
    siento que Archimboldo me transmuta las orejas
    en jardines, los pómulos en hojas de un otoño de
    limones explotando, y una humedad parecida al
    brillo de los bosques me decora, como pulpa,
    la sonrisa.
Otras veces me asusta. Y cuando mi corazón se asusta es
    como un parir por la garganta al amigo agonizando,
    a la cama de Dios solitaria y desnuda, o
    un rayo deshaciendo al árbol que daba sombra
    a los insolados.
 
                  Insisto, corazón, ¿eres tú
                  quien escribió que la vida es
                  sueño? ¿Eres quien da la
                  orden de detenerse o continuar
                  a estas piernas de furioso día,
                  de endeble noche?
 
Pero no. ¿Cómo podría yo querer esconder tu isla y
    naufragarte? Sucede que me aferro a una mujer
    —días sin conjeturas en los remos de su abrazo—
    y olvido tu borrasca y bebo de otro mar
    y sus orillas.
En el fondo, corazón, quiero creer que estás enamorado
    solo de la tierra profunda, donde bullen
    las hormigas
    los topos
    las papas cuyo destino presienten el hervor
    los muertos amados que regresan solo un poco menos
    muertos
    los muertos odiados que ya nunca
    y Julio Verne en el centro del descenso.
Corazón: vivamos juntos mientras seas penumbra que emerge
    de la luz más antigua e instantánea.
¿Qué haría yo contigo si pudiera? Oh, nada del otro mundo,
    Corazón. Sólo devorarte los párpados para
    Que continuaras despierto.
Ramponi, un poeta, al hurgar en tu océano de sangre,
    escribió que todo es posible: el corazón lo sabe.
    Ah, Ramponi, amigo mío nunca visto. ¿Y si el corazón
    el saber y calla, qué será de nosotros
    remeros en la arena?
Pero no te estremezcas, corazón: no hay en mí nada
    nada natural y espantable como por caso un búho que
    descubre a la rata y se abalanza como un meteoro
    negro y la lleva consigo y la devora y entrecierra
    los ojos y después dormita. En mí hay sólo
    un desconocido ciudadano que escribe desde
    su refugio de papeles expuestos al fuego, hasta
    que la cercanía del vecino presienta que ni él
    ni yo estamos solos, aunque vivamos sitiados
    por el terror y la ilusión.
 
                   ¿Fuiste tú quien escribió
                   que el resto es silencio?
                   ¿Lo fuiste, corazón?
                   ¿Me escuchas?
 
Este es mi corazón: una bomba de tiempo impreciso.


viernes, 29 de agosto de 2025

Nada ocurre dos veces / Wislawa Szymborska






Nada ocurre dos veces
y nunca ocurrirá.
Nacimos sin experiencia,
moriremos sin rutina.

Aunque fuéramos los alumnos
más torpes en la escuela del mundo,
nunca más repasaremos
ningún verano o invierno.

Ningún día se repite,
no hay dos noches iguales,
dos besos que dieran lo mismo,
dos miradas en los mismos ojos.

Ayer alguien pronunciaba
tu nombre en mi presencia,
como si de repente cayera
una rosa por la ventana abierta.

Hoy, cuando estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Es flor? ¿O tal vez piedra?

¿Y por qué tú, mala hora,
te enredas en un miedo inútil?
Eres, pues estás pasando,
pasarás —es bello esto.

Sonrientes, abrazados,
intentemos encontrarnos,
aunque seamos distintos
como dos gotas de agua.



viernes, 15 de agosto de 2025

Y sin embargo los libros / Czeslaw Milosz

 




Y sin embargo los libros estarán allí en los estantes, seres separados,
que aparecieron una vez, aún húmedos
como castañas brillantes bajo un árbol en otoño,
y, tocados, mimados, comenzaron a vivir
a pesar de los incendios en el horizonte, castillos volados,
tribus en marcha, planetas en movimiento.
"Somos", dijeron, incluso mientras sus páginas
estaban siendo arrancadas, o una llama zumbante
lamía sus letras. Mucho más duraderos
que nosotros, cuyo calor frágil
se enfría con el recuerdo, se dispersa, perece.
Imagino la tierra cuando ya no esté:
no pasa nada, ninguna pérdida, sigue siendo un extraño desfile,
vestidos de mujeres, lilas cubiertas de rocío, una canción en el valle.
Sin embargo los libros estarán allí en los estantes, bien nacidos,
derivados de las personas, pero también del resplandor, las alturas.




viernes, 8 de agosto de 2025

Hospital de Veteranos / Paulina Vinderman

 






13


El enfermero jefe me entrega tu anillo
(tu anillo de boda)
y camino después por los corredores apaciguados,
entre las fogatas
con una estrella amarilla sobre el corazón.
 
No volveré al hospital.
 
Me demoro en las pobres lámparas
del subsuelo, las pobres lámparas que
desde ahora serán toda mi luz sobre el
libro a leer: miles de hojas con letras tan apretadas
que no pueden cantar.
Buscaré la Liebre, en el cielo sin nadie,
buscaré en la noche tu pueblo.
Mi manera de aproximarme al mundo
cambiará.
Mañana, soledad, palabras que se vuelven
Jeroglíficos.
 
Te escribiré.

viernes, 1 de agosto de 2025

La enamorada / Alejandra Pizarnik

 





Ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.

hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado

oyes la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú

te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!



viernes, 25 de julio de 2025

Junio / Giuseppe Ungaretti

 





Cuando se me muera
esta noche
y como otro
pueda mirarla
y me adormezca
al rumor de las olas
que terminan
de enrollarse
a la cinta de acacias
de mi casa


Cuando me despierte
en tu cuerpo
que se modula
como la voz del ruiseñor


Se extenúa como el color
reluciente del grano maduro


Librada
de las lajas
sonoras
del aire serás
como un pantera


A los cortes móviles
de la sombra
te deshojarás


Rugiendo muda
en aquél polvo
me sofocarás


Después entornarás
los párpados
Veremos nuestro amor
reclinarse como tarde


Después veré
serenado
en el horizonte de alquitrán
de tus iris morirme las pupilas


Ahora el sereno está cerrado
como a esta hora
en mi país de África
los jazmines.


He perdido el sueño
oscilo a orillas de un camino
como una luciérnaga


¿Se me morirá
esta noche?