viernes, 4 de julio de 2025

Pies y puños atados / Benjamin Péret

 





Cuando sea el cabello de piedra
de pie ante la eternidad
pediré a las divinidades de las plantas
la capa de lluvia indispensable a los viajeros eternos
Hoy me hallo en el pozo helado
donde lloran las vírgenes ahogadas por sus lágrimas y la lluvia eterna
que recubre los pensamientos de los hombres
sus recuerdos y sus ambiciones ya manchados
por una mano inexperta
e incolora como el agua de una garrafa
donde vive sin embargo el ojo de mi amante
de color limón y de tormenta implacable.


viernes, 27 de junio de 2025

A un discípulo solitario / William Carlos Williams

 

 


Repara, mon cher,
más que en su color
rosa nácar,                                                 
en cómo se reclina
la luna sobre
la punta del campanario.
 
Fíjate,
antes que en la pulida
turquesa del cielo,
en el despuntar
del alba.
 
Advierte más bien
cómo se juntan en el
pináculo las obscuras
líneas convergentes
del campanario —
observa cómo
su escaso ornamento
pretende atajarlas —
 
¡Mira cuán vano es su afán!
¡Mira cómo escapan hacia arriba
las líneas convergentes
de la aguja hexagonal —
alejándose, separándose!
— ¡Sépalos
que custodian y envuelven
la flor!
 
Observa
cómo inmóvil
la luna mellada
descansa protegida en las líneas.
Es cierto;
con los claros colores
de la mañana
 
piedra parda y pizarra
brillan naranja y azul.
 
Pero, ¡observa
el peso agobiante
del macizo edificio!
Observa
la claridad jazmínea
de la luna.





viernes, 20 de junio de 2025

Poema 5 / Eugenio Montale

 




Del brazo tuyo he bajado por lo menos
un millón de escaleras.
Y ahora que no estás, cada escalón es un vacío.
También así de breve fue nuestro largo viaje.

El mío aún continúa, mas ya no necesito
los trasbordos, los asientos reservados,
las trampas, los oprobios de quien cree
que lo que vemos es la realidad.

He bajado millones de escaleras dándote el brazo
y no porque cuatro ojos puedan ver más que dos.
Contigo las bajé porque sabía que de ambos
las únicas pupilas verdaderas,
aunque muy empañadas eran las tuyas.


viernes, 13 de junio de 2025

Habitación de al lado / Luis Cernuda

 




A través de una noche en pleno día 
vagamente he conocido a la muerte. 
No la acompaña ningún lebrel; 
vive entre los estanques disecados, 
fantasmas grises de piedra nebulosa. 
¿Por qué soñando, al deslizarse con miedo, 
ese miedo imprevisto estremece al durmiente? 
Mirad vencido olvido y miedo a tantas sombras blancas 
por las pálidas dunas de la vida, 
no redonda ni azul, sino lunática, 
con sus blancas lagunas, con sus bosques 
en donde el cazador si quiere da caza al terciopelo. 
Pero ningún lebrel acompaña a la muerte. 
Ella con gran amor sólo ama a los pájaros, 
pájaros siempre mudos, como lo es el secreto, 
con sus grandes colores formando un torbellino 
en torno a la mirada fijamente metálica. 
Y los durmientes desfilan como nubes 
por un cielo engañoso donde chocan las manos, 
las manos aburridas que cazan terciopelos o nubes descuidadas. 

Sin vida está viviendo solo profundamente.

viernes, 30 de mayo de 2025

Yo me callo... / Antonio Gamoneda

 




Yo me callo, yo espero
hasta que mi pasión
y mi poesía y mi esperanza
sean como la que anda por la calle;
hasta que pueda ver con los ojos cerrados
el dolor que ya veo con los ojos abiertos.



viernes, 16 de mayo de 2025

Qué alegría vivir... / Pedro Salinas

 




Qué alegría vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad transvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.



viernes, 2 de mayo de 2025

La planchadora / Pierre Reverdy

 




Antiguamente, sus manos eran dos lunares rosados sobre la reluciente ropa blanca que ella planchaba. Pero, en esta lavandería la estufa es demasiado candente y su sangre se ha evaporado, gota a gota. Toda ella se vuelve cada día más blanca, y en el vapor que asciende se la distingue entre las oleadas resplandecientes de los encajes.
     Sus rubios cabellos flotan en el aire en rizos destellantes, y la plancha sigue su camino levantando nubes de la ropa —y alrededor de la mesa su alma, que resiste todavía, su alma de planchadora se extiende como la blanca ropa, tarareando una canción— sin que nadie ponga su atención en ella.