un sol de nieve de leche, ácidos y profesores de química:
está tan cáustico el aire entre las tablas del gabinete,
oh el zinc marrón hierro de las primeras casas
y los cedros encerrados entre paredes amarillas,
y mi sed sobre el aire y ese leve sol de agua pálida,
las municipalidades amarillas, el viento eterno entre los árboles,
y la profesora amarga de treinta y cinco años duros pero hermosos:
ojos nublados por un azul de laboratorios y oscuras prácticas,
sigue siendo la misma causticidad de labios duros,
y el vestido marrón ceñido de brillante madurez,
tan concentrada en tantos pálidos estudiantes de voces mediocres e infantiles.
Oh los dedos hermosos de ácidos y cristales y combustibles
que arden con colores rabiosos y tristes como yo
cuando la miro tan diluida, dura, hermosa;
ardiente, acaso, y dulce, en su lejano domicilio.
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