XLIX
Entro y cierro la ventana.
Traen el candil y dan las buenas noches.
Y mi voz alegre da las buenas noches.
Ojalá mi vida sea siempre esto:
un día lleno de sol, o suave de lluvia,
o tempestuoso como si se acabase el mundo,
la tarde suave y los grupos que pasan
mirados con interés por la ventana,
la última mirada amiga dada al sosiego de los árboles,
y después, cerrada la ventana, el candil encendido,
sin leer nada, ni pensar en nada, ni dormir,
sentir la vida corriendo en mí como un río por su lecho
y afuera un gran silencio como de dios dormido.
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