viernes, 3 de mayo de 2019

Día y noche / Eugenio Montale







Hasta una pluma que vuela puede dibujar
tu figura, o el rayo que juega al escondite 
entre los muebles, o el guiño del espejo 
de un niño, desde los tejados. Sobre las murallas 
jirones de vapor prolongan las agujas 
de los álamos y, abajo, en la rueda se encrespa el loro 
del afilador. Luego la noche agobiante 
en la plazuela, y los pasos, y siempre esta dura 
tarea de hundirse para resurgir iguales 
de siglos, o de instantes, de íncubos que no logran 
volver a dar con la luz de tus ojos en el antro 
incandescente y aún los mismos gritos y los prolongados 
llantos sobre la veranda 
si retumba de pronto el golpe que te anuda 
la garganta y quiebra las alas, oh inestable 
anunciadora del alba, 
y se despiertan los claustros y los hospitales 
en un delirar de clarines.





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