Si
la luz se apaga, te quedas solo frente a la noche. Y tus
ojos
abiertos te iluminan.
Del
jardín, suben ruidos que no escuchas. Desde el moho
de
las hojas y las ramas, el agua corre hasta la mañana, y
cambia
de voz. Y de pronto piensas en el retrato blanco
que
la ventana enmarca. Pero nadie pasa ni mira. Ni tampoco
el
viento viene a turbar los árboles, a animar esta inmovilidad
y este silencio donde
tu espíritu herido se levanta y da vueltas.
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