viernes, 19 de octubre de 2018

Apuntes / Alberto Szpunberg








II



Y digo "creo" porque no sé, nunca sabré.
Como si te dijera: he visto esta mañana dos o tres hojas
    amarillas que se agitaban en el árbol, un árbol,
pura fragilidad, inminente pero delicada, en el aire frío
    de diciembre.
Como si te dijera: esta mañana salí al balcón y, a mis
    pies, la parra era una espesura macilenta recorrida
    apenas por el susurro de las voces,
no sólo ahogadas brutalmente sobre la tierra,
pero también esas voces ahogadas sobre la tierra.
Entonces, ¿dónde empezó el encuentro, no de un cuerpo
    sobre otro sino de una sombra en la otra o del aire
    con el aire o de una mirada hacia la otra?
¿en qué momento de ayer ¿de qué ayer? dejamos
    ver las cosas para adivinarnos, a tientas, uno en el otro
    y en los otros, o sea, válida luz esta luz
    la del presentimiento?
¿a la mañana de qué día hemos llegado o vuelto cuando
    nos inunda el mar azul, y los barcos pudriéndose
    sobre la arena, y el olor a historias de hombres sin
    otra historia que el tiempo justo para vivir y morir?
Desde la ventanilla del tren se alcanza a ver la vieja
casona donde la hiedra es un fino trazo sobre los
    altos muros.
Es un resplandor fugaz, muy fugaz, que ilumina tu perfil
    dorado por el sol.
¿El sol? Sí, creo que es el sol.




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