I
Es así,
como la lluvia en la tarde,
nunca
termino de llegar al fondo de tus ojos.
Demasiado
dolor para hablar sueltamente del futuro,
cuando
el húmedo brillo de la corteza huele a un bosque
crecido
de golpe en el corazón del invierno, esta tarde, esos muertos.
Pero a
qué abrazarme sino a ti, contra qué ventana
ver los
brillos de la lluvia sino en tus ojos,
desde
qué espera, bajo qué silencio.
¿A
qué huele la tibieza de tu abrigo de lana
si no
a esta lluvia, si no a ti misma,
tejida
y desflecándose en el aire de la tarde?
En la
hornalla ronronea el agua.
Encendamos
un cigarrillo en su fuego y fumemos tranquilos:
existes,
vivimos, y creo que te amo.
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