viernes, 6 de agosto de 2021

Cuando compro cuadros / Marianne Moore

 




O lo que se aproxima más a la verdad,
cuando contemplo aquello de lo que puedo considerarme imaginaria poseedora,
elijo lo que podría darme placer en mis momentos más comunes:
la sátira sobre la curiosidad en la que nada es discernible
más que la intensidad del estilo;
o lo exactamente opuesto la cosa vieja, la sombrerera medieval decorada,
en donde hay sabuesos con cinturas que se achican
como la cintura del reloj de arena,
y ciervos y aves y gente sentada;
puede ser un mosaico de madera; tal vez la biografía literal
en letras bien dispuestas sobre una expansión semejante al pergamino;
un alcaucil con seis variedades de azul; un jeroglífico en tres partes, delgado como
las patas de un pájaro;
la cerca de plata que protege la tumba de Adán, o Miguel tomando
a Adán por la muñeca.
Un énfasis intelectual demasiado decidido sobre esta o aquella cualidad
disminuye el propio goce.
El deseo no debe ser desarmar ninguna cosa, tampoco debe ser honrado
fácilmente el éxito aprobado
aquello que es grande porque alguna otra cosa es pequeña.
Viene a consistir en esto: de cualquier clase que sea,
debe estar “iluminado por miradas penetrantes en la vida de las cosas”,
debe reconocer las fuerzas espirituales que lo hicieron.




No hay comentarios:

Publicar un comentario