Seguramente crees que la habitación estaba vacía.
Pues
no. Había tres sillas bien firmes.
Una
lámpara buena contra la oscuridad.
Un
escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un
buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete
elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Crees
que no estaban en ella nuestras direcciones?
Seguramente
crees que no había libros, cuadros ni discos.
Pues
sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia
con una flor cordial.
Alegría,
divina chispa.
Odiseo
sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras
las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos
estampados con sílabas doradas
sobre
lomos bellamente curtidos.
Los
políticos justo al lado se mantenían erguidos.
No
parecía que de esta habitación no hubiera salida,
al
menos por la puerta,
o
que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.
Las
gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba
una mosca, o sea que aún vivía.
Seguramente
crees que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y
si yo te dijera que no había ninguna carta.
Tantos
de nosotros, amigos, y todos cupimos
en
un sobre vacío apoyado en un vaso.
Este poema es una genialidad. No me canso de leerlo. Da respuesta a la pregunta de "¿por qué lo hizo?", dejándonos saber que no hay que buscar una respuesta siempre.
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