viernes, 1 de diciembre de 2023

Intervalo doloroso / Fernando Pessoa

 




     Todo me cansa, incluso lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor.

     Quién pudiera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de quinta; barcos de vela rústica hecha de parra entramada, que traza contrapuntos en rombos de luz y sombra verde sobre los reflejos sombríos del agua escasa.

    Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, no la puedo tocar.

      ¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué, si el razonamiento es un esfuerzo? Y los tristes no pueden esforzarse. 

     Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto quisiera abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no tengo aliento en el alma con que esforzarme.

     ¡Cuántas veces me oprime no ser el conductor de ese coche, el guarda de ese tren! Cualquier Otro banal indistinto cuya vida, sólo por no ser la mía, deliciosamente me penetra, de puro ajena, como algo querido.

     Yo no tendría horror a la vida si fuera una Cosa. La noción de la vida Como un Todo no me aplastaría los hombros del pensamiento.

      Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo.

      Soy tan inerte, tan pobrecito, tan careciente de gestos y de actos.

    Por más que en mí mismo me embreñe y busque desenmarañarme, todos los atajos de mis sueños van a dar a claros de angustia.

      Incluso yo, el que tanto sueña, tengo intervalos en los que el sueño se me escapa. Entonces las cosas se me aparecen nítidas. Se evapora la niebla en que me circundo. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me lastiman al saberlas durezas. Todos los pesos visibles de objetos me pesan alma adentro.

       Mi vida es como si me golpeasen con ella.


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