Todo me cansa, incluso lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor.
Quién pudiera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de quinta; barcos de vela rústica hecha de parra entramada, que traza contrapuntos en rombos de luz y sombra verde sobre los reflejos sombríos del agua escasa.
Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, no la puedo tocar.
Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto quisiera abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no tengo aliento en el alma con que esforzarme.
Yo no tendría horror a la vida si fuera
una Cosa. La noción de la vida Como un Todo no me aplastaría los hombros del
pensamiento.
Mis sueños son un refugio estúpido, como
un paraguas contra un rayo.
Soy tan inerte, tan pobrecito, tan careciente de gestos y de actos.
Por más que en mí mismo me embreñe y busque desenmarañarme, todos los atajos de mis sueños van a dar a claros de angustia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario