Comenzó
a maquillarse una mañana
antes
de abandonar la pubertad
y
después que una mano le estrenara los
pechos
al
cumplir veinte años terminó de arreglar
su
ceja izquierda
y
cinco años después echó en sus ojos
la
sombra más temprana
en
los años siguientes cruzaron por su cuarto
los
primeros fantasmas y los últimos sueños
ella
no alcanzó a darse cuenta
sus
mejillas palidecieron por los polvos de arroz
en
su mirada siempre caía el atardecer
por
su deshabillé pasaron hombres
que
más tarde se acostaron con su maquillaje
y
durmieron hasta hacerse recuerdos
a
los cuarenta años sus ojeras fabricaban la noche
y
en sus pestañas y en sus párpados
comenzaron
las lluvias
al
cumplir los cincuenta desesperadamente
peleó
con el amor
ahora
se pone lentamente en el rostro
los
colores más densos
con
la esperanza de concluir un maquillaje
iniciado
hace sesenta años
cuando
el último rimmel se le apague en las manos
el
viento empujará las ventanas
la
noche entrará al cuarto y
alguien
o algo astillará el espejo
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