Tendidos
en la arena, alerta al amarillo
y al
mar austero, remedamos al que se burla
del
que sigue los ríos rojos,
hueca
alcoba de palabras
desde
la sombra con forma de cigarra,
porque
en esta tumba amarilla de arena y mar
un
llamado al color llama en el viento
que
es austero y alegre como tumba y mar dormidos
el
uno frente al otro.
Los
silencios lunares, la marea callada
que lame
los inmóviles canales, el seco domador de las mareas
cercado
entre el desierto y la tormenta de agua,
debería
curar nuestros males del agua,
con
una calma de único color;
la
música celestial sobre la arena
resuena
con los granos en su prisa
y
esconde las mansiones y montañas doradas
de la
austera y alegre tierra junto al mar.
Limitados
por una lonja soberana yacemos
alerta
al amarillo, deseamos que el viento lleve lejos
estos
estratos de la orilla y ahogue la roca roja;
pero
los deseos no son alimento,
ni
podemos resistir la llegada de la roca,
sólo
yacer alerta al amarillo hasta que la atmósfera dorada
se rompa, oh, sangre
de mi corazón, como el corazón y la colina.
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