Pensamientos
de hierro navegan al atardecer en barcos de hierro;
se mueven silenciosos como luces lejanas mientras doce canoas
se sumergen en su ancla cuando el ferry escupe
y gira como una esfera en los remolinos de la marea,
su kikirikí medio ahogado por pipas cegadas
y emplumadas de humo. El barco pasa. Los cúters
se alejan. Huelga de campanas. El ferry expulsa
una última frase blanca; y los labios humanos
una última negra, cargada con la bienvenida de
la pérdida. Pensamientos dejan la ciudad implacable;
aunque los propios barcos sean de hierro y no tengan piedad:
mientras los hombres tienen corazones y costados que sufren y se oxidan.
Pensamientos de hierro zarpan de ciudades de hierro en el polvo,
aunque suaves como palomas,
se mueven silenciosos como luces lejanas mientras doce canoas
se sumergen en su ancla cuando el ferry escupe
y gira como una esfera en los remolinos de la marea,
su kikirikí medio ahogado por pipas cegadas
y emplumadas de humo. El barco pasa. Los cúters
se alejan. Huelga de campanas. El ferry expulsa
una última frase blanca; y los labios humanos
una última negra, cargada con la bienvenida de
la pérdida. Pensamientos dejan la ciudad implacable;
aunque los propios barcos sean de hierro y no tengan piedad:
mientras los hombres tienen corazones y costados que sufren y se oxidan.
Pensamientos de hierro zarpan de ciudades de hierro en el polvo,
aunque suaves como palomas,
los
pensamientos vuelen de vuelta a casa.
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