lunes, 3 de agosto de 2015

Octavo homenaje / Víctor Redondo




No pienses que al final
aguarda el sabio
que besará tu alma y arrojará tus años pasados
en zonas fecundas de eternidad.

No aguardes, más allá de esa puerta de míticos animales,
caricia alguna de mano santa,
ni altos y dulces ojos
ni una voz paternal llegando desde el fondo.

No han de trascurrir heroicos pasados
frente a tu dichosa vista,
ni Cruzadas, ni la peste negra del año 1315,
ni los ritos persas, ni nada.
Ni horrores ni belleza podrás encontrar,
ni luz ni sonido podrás conocer.

Y a mí, dispuesto a cruzar aquel ciego horizonte,
ni allá ni aquí hallarás
ni sentirás respirar cerca de ti otros queridos muertos.

Porque a nadie hallarás al final
y más sola que una perra sarnosa
querrás huir de los que no se huye
condenada a vagabunda entre la eterna nada.
No llores, no son estos los diálogos del conocimiento
y sólo ellos merecerían el llanto.

Mírame, estoy feliz,
he preparado mi vida para este instante:
pues no te elegí a ti por tus dichosos besos,
ni tu cuerpo transformado por el amor
en una hoguera inacabable, ni por tu amor
que encendía mis noches.
Elegí tus manos como único recuerdo de este mundo,   
elegí tu voz para oír que me aman hasta el último instante,
elegí tu vida hermosa para esta hermosa muerte.


                                                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario