No
pienses que al final
aguarda
el sabio
que
besará tu alma y arrojará tus años pasados
en
zonas fecundas de eternidad.
No aguardes,
más allá de esa puerta de míticos animales,
caricia
alguna de mano santa,
ni altos
y dulces ojos
ni una
voz paternal llegando desde el fondo.
No han
de trascurrir heroicos pasados
frente
a tu dichosa vista,
ni Cruzadas,
ni la peste negra del año 1315,
ni los
ritos persas, ni nada.
Ni horrores
ni belleza podrás encontrar,
ni luz
ni sonido podrás conocer.
Y a
mí, dispuesto a cruzar aquel ciego horizonte,
ni allá
ni aquí hallarás
ni
sentirás respirar cerca de ti otros queridos muertos.
Porque
a nadie hallarás al final
y más
sola que una perra sarnosa
querrás
huir de los que no se huye
condenada
a vagabunda entre la eterna nada.
No
llores, no son estos los diálogos del conocimiento
y sólo
ellos merecerían el llanto.
Mírame,
estoy feliz,
he
preparado mi vida para este instante:
pues
no te elegí a ti por tus dichosos besos,
ni tu
cuerpo transformado por el amor
en
una hoguera inacabable, ni por tu amor
que
encendía mis noches.
Elegí
tus manos como único recuerdo de este mundo,
elegí
tu voz para oír que me aman hasta el último instante,
elegí
tu vida hermosa para esta hermosa muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario