domingo, 28 de septiembre de 2014

Poema / Susana Thénon





Ayer tarde pensé que ningún jardín justifica 
el amor que se ahoga desaforadamente en mi boca 
y que ninguna piedra de color, ningún juego, 
ninguna tarde con más sol que de costumbre 
alcanza a formar la sílaba, 
el susurro esperado como un bálsamo, 
noche y noche. 
Ningún significado, ningún equilibrio, nada existe 
cuando el no, el adiós, 
el minuto recién muerto, irreparable, 
se levantan inesperadamente y enceguecen 
hasta morirnos en todo el cuerpo, infinitos. 
Como un hambre, como una sonrisa, pienso, 
debe ser la soledad 
puesto que así nos engaña y entra 
y así la sorprendemos una tarde 
reclinada sobre nosotros. 
Como una mano, como un rincón sencillo 
y umbroso 
debería ser el amor 
para tenerlo cerca y no desconocerlo 
cada vez que nos invade la sangre. 
No hay silencio ni canción que justifiquen 
esta muerte lentísima, 
este asesinato que nadie condena. 
No hay liturgia ni fuego ni exorcismo 
para detener el fracaso risible 
de los idiomas que conocemos. 
La verdad es que me ahogo sin pena, 
por lo menos he resistido al engaño: 
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice, 
ni de la noche a medias. 
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya, 
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario