Cuando
beso
la
oscura rosa
de
una mujer,
el
húmedo pasado
sin
fondo
me
reclama desde allí,
como
una droga
aletea
contra mi rostro.
¡Vuelve!,
exclama.
Pero
otras veces
en
distinto mar
me
siento nadar,
en
otra matriz
mi
vida entera
en
la vida se resuelve,
en
la juntura
de
fugacísimos instantes
mi
codo de pronto,
mi
cráneo,
fuerzan
los labios
de
otro parto
hacia
un nuevo
y
remoto nacimiento.
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